por Lucía Escobar
elPeriódico (09 dic 09)
¿Cómo se va gestando un linchamiento? Si busco antecedentes puedo remontarme a los años de la guerra, al desempleo y a la creciente impunidad. También a la semana pasada en Sololá y a la falsa idea de justicia popular que se divulgó alrededor del linchamiento de unos extorsionistas.
El sábado ya había un ambiente tenso: hubo una huelga, quemaron llantas, taparon las entradas a Pana. Se escuchaban comentarios turbios. Había una predisposición alimentada de frustración, manchas apocalípticas en el lago, mitos y citas bíblicas. Ojo por ojo, diente por diente. Lapidación, crucifixión, latigazos. Quema del diablo.
Los linchamientos no son ni por asomo justicia maya o popular. No siguen un procedimiento, no resuelven un conflicto, no intervienen autoridades de ningún tipo, no se escucha a los testigos y acusados, no se analiza el problema y no se dicta una sentencia.
En Panajachel fueron casi 12 horas de caos desde que atraparon a los supuestos ladrones hasta que sobrevoló el helicóptero. El cadáver de Walter González quedó 24 horas en el asfalto. La anarquía reinó. Y los únicos que parecían defender la razón fueron los periodistas deportivos de Radio Sonora que arriesgaron su vida con valentía y lucidez tratando de calmar los ánimos de la gente. Hay que reconocer también el trabajo del puñado de policías antimotines que sin educación, refuerzos, ni entrenamiento, salvaron la vida de las mujeres.
Brillaron por su ausencia los negociadores, pastores, líderes religiosos o espirituales. Eso sí, había muchos espectadores, negando con la cabeza y haciendo cara de desaprobación. También se peca de indiferencia, de no querer meterse y lavarse las manos. Se debe iniciar una investigación y deducir responsabilidades. Pero empecemos por los que tenían la obligación de estar ahí defendiendo el mentado estado de derecho. ¿Dónde estuvieron todo ese tiempo el alcalde de Panajachel, Gerardo Higueros, y la gobernadora de Sololá, Elena Ujpan Yojcom?
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