por Alfred Kaltschmitt
Prensa Libre (08 dic 09)
Salen retratados en Nuestro Diario en todo el país y en los noticieros locales de la provincia los cuerpos calcinados de los supuestos delincuentes. Cuerpos carbonizados aún humeantes muriendo, la agonía de la muerte más espantosa y cruel que se pueda uno imaginar. La turba parada, detenida en el tiempo, observando como el humo de carne humana quemada todavía se cuela entre la muchedumbre ofreciendo el olor de sacrificio vivo a sus verdugos.
Se transmite una vez más el mensaje a nivel nacional para que todos lo podamos ver: “la justicia y la Policía no sirven para un carajo. Estamos cansados de ser asediados por los delincuentes. De sus asaltos, sus robos, sus asesinatos, sus secuestros y sus extorsiones. Tomaremos la justicia por mano propia. Justicia pronta y cumplida. ¡Punto! ¡Y todos ustedes son una partida de ineptos, lárguense de nuestros pueblos !” (sic).
En Sololá, hace algunas semanas, se dio de nuevo el fenómeno. A los pocos días el ejemplo pronto fue emulado en Santa Bárbara, Huhuetenango. El domingo le tocó a Panajachel. Lincharon a un presunto delincuente y quemaron cuatro autopatrullas. En este caso, la PNC recibió refuerzos y enfrentó a la turba lanzando bombas lacrimógenas. Logró salvarles la vida a las tres mujeres que acompañaban al hombre que murió vapuleado. En Sololá, llegaron al colmo de “entregarles” a la turba a los supuestos delincuentes.
En el incidente de Sololá no solo quemaron a los tres delincuentes, también le prendieron fuego a las autopatrullas de la Comisaría, la sede de la PNC y el edificio del Ministerio de Gobernación.
Más allá del significado obvio de estos incidentes, en cuanto a que el crimen paga y el sistema de justicia no funciona en nuestro país, el subtexto es que el pueblo no tiene más remedio que capturar a los delincuentes y hacer justicia por cuenta propia. Y de paso atacan a las sedes de los encargados de la seguridad, para decirles que son unos ineptos, corruptos que no sirven nada, sino para joder y ser corruptos. Ese es el mensaje.
¿Lo estamos escuchando? Yo creo que no. Es un mensaje que data de hace años, pero no le prestamos la debida atención ni la debida importancia. El resultado está a la vista.
Se han dado este año linchamientos en Patizicía, Santa Polonia, San Sebastián Huehuetenango, Nentón, San Pedro Soloma, San Juan Ixcoy, Zaculeu Capilla, San Gaspar Ixchil, Huehuetenango, San Pedro Necta, Santa Cruz Barillas, Malacatancito, La Democracia, Cancabal, San Isidro, Santa Barbara, Huehuetenango, Sololá y ahora en Panajachel.
Cifras de Copredeh del año pasado señalan que fueron 12 los linchados, y que en este año van 15. Sin embargo, las estadísticas del Grupo de Apoyo Mutuo dan cuenta de que de entre enero a septiembre últimos se registraron 110 casos de intento de linchamiento, de los cuales 28 fueron consumados. ¿A quién le creemos? A ambos, y sumemos los dos, digo yo. ¿Que son las cifras en este país? Números sin ninguna trascendencia.
Antes de linchar a los delincuentes en Santa Bárbara el 3 de diciembre, la turba estaba enardecida porque la víctima había sido decapitada y su cabeza no aparecía por ningún lado. Llamaron al gobernador de Huehuetenango, pero dijo que no podía hacer nada ese día “porque tenía que acompañar a la Primera Dama en Aguacatán” (¿?). Un comentario que solo comprueba lo que los pobladores exclaman: “las autoridades no sirven para nada”.
Esto ya no lo para nadie. En nuestro país el sistema de justicia no es prioridad. La prioridad en recursos va hacia los programas de Cohesión Social. Tal vez la PNC podría hacer algo con destacar una fuerza de desplazamiento rápido por vía aérea. Pero el número es insignificante ante una turba de dos mil personas.
Ergo: A falta de justicia, los linchamientos estarán a la orden del día. Acostumbrémonos.
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