Por Sylvia Gereda Valenzuela
elPeriódico (12 dic 09)
Guatemala, país de la agresión y la violencia. El paraíso sin ley donde sólo el 2 por ciento de los casos llega a sentencia. Donde cada quien hace lo que le viene en gana y aplica la justicia como mejor le parece. Esta es la historia de Guatemala que arrancó en la década de los años cincuenta, se arreció durante el conflicto armado de los años ochenta y en pleno siglo XXI sigue siendo un acostumbrado y un lamentable modo de vida.
Guatemala, el país donde los delincuentes, secuestradores y ladrones son linchados porque la justicia no se aplica, no existe. El país donde nos hemos acostumbrado a ver en los medios denigrantes escenas de cuerpos quemados y destrozados por turbas enfurecidas.
El país donde cualquiera puede salir vapuleado, quemado o muerto a pedrada limpia por el simple hecho de haber robado una gallina o de haber sido confundido con algún maleante.
Las poblaciones indígenas, particularmente las del occidente del país, se han exacerbado, una vez más, y están tomando la justicia por sus manos. Según la agencia de noticias EFE, en la Corte Suprema de Justicia, en lo que va de este año, se han registrado 110 casos de linchamientos, en los que han muerto 42 supuestos delincuentes y 211 han resultado con heridas de gravedad.
La mayoría de estos hechos ha ocurrido en poblaciones indígenas del oeste y noroeste del país, en donde la presencia de las fuerzas de seguridad y del sistema de justicia es débil.
Hace 2 días, un hombre de 35 años fue atacado por una turba de vecinos en Huehuetenango, acusado de haber secuestrado a un vecino quien logró escapar del lugar donde lo mantenían plagiado y pidió ayuda a los lugareños.
El pasado domingo, en Panajachel, a orillas del lago de Atitlán, una turba se conglomeró para linchar y quemar a un hombre acusado de robar a una vecina del lugar. La Policía consiguió rescatar allí a tres mujeres que los enardecidos vecinos pretendían linchar, acusadas de haber participado en el asalto.
Mientras tanto, las autoridades parecen dar palos de ciegos y huyen impotentes ante las poblaciones desenfrenadas en ira, frustración, agresión y pobreza que no temen en incendiar sus comisarías o prender fuego a sus patrullas.
Estas son las consecuencias de varios regímenes que han olvidado defender y hacer valer los derechos de los más pobres y donde, con mucho pesar, se ha optado porque cada ciudadano aplique la justicia con sus manos.
En estos momentos, urge rediseñar el país. Es imprescindible crear una política que camine hacia la paz y el entendimiento.
Cuando la Misión de Verificación de las Naciones Unidas para Guatemala (Minugua) trabajó en Guatemala, dejó un documento que varios lustros después no ha sido entendido ni asimilado, pero que contiene un extracto de las conclusiones que los expertos encontraron como las principales causas de los linchamientos en Guatemala. Entre ellas se encuentran: la falta de educación y el desconocimiento de las leyes, que dan lugar a que se produzcan fricciones entre las comunidades; falta de información sobre la existencia de juzgados y tribunales en la región; falta de conocimiento del sistema de justicia y desconocimiento de las leyes.
También que la influencia de diversas ideologías afecta la convivencia pacífica; la manipulación de los líderes locales impide que la población solucione sus problemas; el conflicto armado afectó a la población y dejó mucho rencor.
La incertidumbre y el malestar existentes en la población por la inseguridad, la desigualdad social, provoca linchamientos; las principales causas de linchamientos son el robo, los atracos, las violaciones y los asesinatos y la falta de credibilidad en las instituciones encargadas de la justicia. Estas conclusiones emanaron de ocho talleres realizados en diversas comunidades del interior del país como parte del programa, con participación de más de mil líderes comunales y alcaldes auxiliares entre 1999 y 2000.
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