Por Miguel Ángel Albizures
elPeriódico (08 dic 09)
En municipios, aldeas o departamentos existen diversas organizaciones y cada una de ellas tiene liderazgos propios, unos positivos y otros negativos, hombres o mujeres en quienes las comunidades han depositado su confianza, los han designado para dirigir una organización social, política o religiosa. Además de ellos hay maestros, sacerdotes, monjas, pastores, ancianos, profesionales de prestigio que ejercen o deben ejercer cierto tipo de liderazgo frente al común de los mortales. Hay autoridades municipales, en algunos lugares fuerzas de seguridad, pues no en todas partes tiene presencia el Estado, pero la población busca formas de organización para contribuir al desarrollo de su localidad impulsando una serie de proyectos mínimos o grandes de acuerdo al número de sus habitantes y las condiciones en que se encuentren.
¿Qué hacen estos hombres y mujeres? ¿Son realmente líderes? Y si lo son, ¿cómo dirigen y qué influencia tienen? ¿Positiva o negativa? ¿Cómo es posible que en sus narices se cometa un linchamiento tras otro y se destruyan bienes particulares y del Estado? ¿Se han preguntado alguna vez si son capaces o no? ¿O ustedes tienen que ver con los linchamientos? Surge la duda porque no es posible que estos hechos sigan aconteciendo y no sean capaces de enterarse e intervenir a tiempo para frenarlos. Entendemos el grado de descontento de las poblaciones, las reacciones violentas que provoca la ausencia de justicia y la bestialidad y salvajismo con que actúa actualmente la delincuencia, pero no entendemos que los y las líderes brillen por su ausencia y se sigan haciendo los babosos con la responsabilidad que les compete en estos hechos.
El colmo de todo son las declaraciones del gobernador del departamento de Huehuetenango, Rudy Otoniel Cardona, a quien familiares de las personas que iban a linchar, solicitaron su intervención y según Prensa Libre, dijo que “eso no le correspondía a él, por lo que lamentaba no poderlos ayudar, pues tenía que acompañar a Sandra Torres […] Cardona expuso que monitoreó la situación, por lo que evitó que ingresara la fuerza pública” (PL 5/12/09). Tres fueron los linchados ese día en una aldea de Santa Bárbara, pero parece que a nadie compete hacer algo para que esto no siga sucediendo como han sido los últimos y lamentables hechos sucedidos en Sololá, que reflejan no sólo la incapacidad de las autoridades y la ausencia de justicia, sino el total irrespeto por la vida humana. Todo esto exige de los líderes locales una acción concertada en la que pueden y deben demostrar su liderazgo, pues de lo contrario lo único que se puede pensar es su complicidad y hasta participación en los linchamientos. El peso de la ley debe caer sobre la delincuencia para evitar estas reacciones violentas, pero también sobre quienes incitan a la aplicación de la ley por mano propia.
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