por Eduardo Mayora Alvarado
Siglo XXI (10 dic 09)
Juzgando a partir de los reportajes de prensa, la diferencia fundamental radica en que los elementos de la Policía Nacional Civil de Panajachel actuaron con mayor firmeza y eficacia. Esto es difícil de establecer a ciencia cierta, pues es probable que las circunstancias de cada uno de los dos linchamientos, acaecidos apenas con una semana de diferencia, hayan sido suficientemente diversas.
Por lo tanto, no pretendo emitir un juicio de valor a favor o en contra de las autoridades de policía de cada una de esas localidades, ya que fácilmente podría cometer una injusticia. Mi propósito es otro.
Supongamos que las circunstancias que se presentaron en ambos casos sean comparables. Que la desproporción entre la fuerza destructiva de la turba enardecida y la capacidad de enfrentarla, de los agentes del orden, haya sido prácticamente igual. Hagamos de caso, por lo tanto, que la naturaleza de los riesgos que corrieron las autoridades tanto en Sololá como en Panajachel, es muy parecida: en ambos casos ellos mismos podrían haber sido víctimas mortales de la turba o haber sufrido lesiones gravísimas.
En ese supuesto, la PNC de Panajachel habría logrado tres cosas muy importantes: primera, salvar la vida de tres mujeres, una de ellas embarazada de siete meses; segunda, mostrar con hechos que está dispuesta a asumir el riesgo de que sus agentes pierdan incluso su vida, para restablecer el orden; y tercera, reducir enormemente las probabilidades de que un linchamiento semejante vuelva a ocurrir en el futuro próximo. No mientras quienes incitan a este tipo de barbaries y sus seguidores recuerden que no se enfrentarán a “patos en feria”.
Si, adicionalmente, se realizaran investigaciones conducentes a identificar a los agitadores –siempre hay un “yo lo vi”- y si los fiscales y jueces competentes actuaran con firmeza y eficacia sobre el asunto, ordenando su detención y procesándolos sin dilación, es muy probable que no volviera a presentarse otro linchamiento como este en Panajachel, en mucho tiempo.
Si, por el contrario, en esa pequeña comunidad en donde casi todos se conocen y saben quién es quién, los incitadores a la violencia siguieran libres y sin mayor consecuencia, no solamente es de esperarse que puedan suscitarse similares situaciones en el futuro, sino que los elementos de la PNC de Panajachel no volverían, jamás –y con razón- a arriesgar su integridad y sus vidas por hacer valer la Ley y para imponer el orden.
En Sololá, en cambio, me temo que será cuestión de tiempo antes de que, por los motivos que fuere, se vuelva a presentar un cuadro como el del fin de semana antepasado.
Soy consciente de que la realidad de las fuerzas de policía en el país es, por decirlo eufemísticamente: muy compleja. Pero no me cabe duda de que, a menos que el Gobierno esté dispuesto a hacer acopio de la totalidad de los recursos a su alcance, incluyendo, por supuesto, el apoyo del Ejército de Guatemala, para cortar de tajo este tipo de actos de barbarie, pronto enfrentará pesadillas mucho peores.
Más grave que eso, nuestra sociedad no puede encontrar el camino de su desarrollo integral mientras tengamos que llevar en la consciencia cuarenta y seis linchamientos mortales, sólo durante este año.
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