09 December 2009

Barbarie

por Haroldo Shetemul
Prensa Libre (09 dic 09)

EL CADÁVER DE WÁLTER Armando González estuvo tirado en la calle más de 18 horas. Quien pasara frente a la municipalidad y la subestación de la PNC de Panajachel, Sololá, el lunes recién pasado, podía satisfacer su morbo contemplando el cuerpo lacerado de una de las tantas víctimas de linchamiento. Más adelante, los restos quemados de cuatro autopatrullas y los destrozos ocasionados en la sede policial mostraban cómo en cuestión de minutos una tranquila población puede convertirse en un verdadero infierno. Este escenario se asemejaba más a un campo de batalla que a una calle por la que pululan miles de turistas que dudo que quieran regresar. Para nadie es agradable pasear por donde se regó sangre de alguien que fue ultimado sin que el supuesto delito lo ameritara y cuyo martirio fue brutal.

NO HAY VUELTA DE HOJA, el linchamiento es una aberración que vuelve a quienes lo cometen a un nivel de salvajismo y crueldad sin precedentes. Tan ilegal pudo haber sido el supuesto delito cometido por la víctima, quien no fue escuchada ni vencida en juicio, como el hecho de que miles de personas caigan sobre ella. ¿Qué sucedería si a cada supuesto delincuente tuviéramos que aplicarle el mismo castigo, aun aquel que solo haya robado una gallina? No. Sencillamente estos hechos nos llevan al nivel donde se disuelve el Estado y caemos al plano del dominio de las turbas animadas por la sed de venganza. Por eso es inconcebible que a estas alturas, cuando se multiplican los casos de linchamiento, aún no se haya tipificado esta acción como delito.

CUANDO OCURREN estos hechos siento una terrible tristeza, porque nuestro país se desmorona como sociedad civilizada y cae en un profundo precipicio. Son condenables el linchamiento como el hecho de que las autoridades dejaran el cadáver del linchado tirado en la vía pública por tanto tiempo. Se ha perdido el respeto a la vida y la dignidad humanas. Es el reflejo más descarnado de la descomposición social y la ausencia del Estado que carece de mecanismos legales para enfrentar la delincuencia y combatir los linchamientos. Es una verdad repetida mil veces que por la falta de castigo contra los criminales la población toma la justicia por mano propia. Pero esa ausencia de justicia no legitimará jamás la barbarie. El problema es que ya son decenas de comunidades de San Marcos, Suchitepéquez, Totonicapán, Escuintla, Guatemala, Sacatepéquez, Alta Verapaz, Quiché y Santa Rosa, entre otras, las que han experimentado esa atrocidad del crimen colectivo, sin que los responsables reciban un justo castigo.

¿SERÁ QUE UN TURISTA querrá volver a Panajachel luego de lo ocurrido? Creo que los habitantes de ese lugar deberían entender que no es de esta forma como se van a promocionar, y que ellos mismos están matando a la gallina de los huevos de oro. Los dirigentes de las comunidades del país deberían ser los primeros en reflexionar sobre los costos que los linchamientos pueden acarrearle a sus poblaciones, porque las convierten en lugares de riesgo. En ellos descansa la tarea de concienciar a los vecinos de que no es quitando la vida en forma salvaje como puede impartirse justicia. Si le pedimos esto a las autoridades de gobierno o a la Corte Suprema de Justicia, quizá perdemos el tiempo, ya que ellos tienen otras prioridades, entre las que no están la seguridad y la administración de justicia.

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