Editorial de Prensa Libre (08 may 06)
Los guatemaltecos respetuosos de la vida humana se sintieron conmovidos al enterarse de que en la provincia, esta vez en Santa Apolonia, Chimaltenango, una turba linchó a tres personas en circunstancias que son francamente preocupantes, lo que obliga a realizar una cruzada nacional en contra de esos delitos tumultuarios, que debería ser encabezada y coordinada por las iglesias, tanto la católica como las evangélicas.
Según las informaciones de la Policía, desde 1996 han ocurrido aproximadamente unos 400 casos. Cifras oficiales señalan que en este año nueve personas han muerto en hechos similares, que han ocurrido en número de 32 en diversos lugares del territorio nacional, como Palín y Sumpango, donde sufrieron la misma suerte un hombre y una mujer a quienes los pobladores calificaron de robaniños.
Lo primero que salta a la vista es la necesidad de evitar que se repitan estos hechos. Pero es imposible que las autoridades puedan hacerlo por razones que comienzan desde la notoria escasez de agentes policiales, pero además porque aun cuando cada poblado nacional tuviera suficiente número de ellos, les sería imposible enfrentarse a turbas como los 1,500 vecinos que se arremolinaron durante la noche con el objetivo de tomarse justicia por su propia mano y de esa forma asesinaron a sus tres víctimas.
Es indudable que este crimen tumultuario fue el resultado de la desesperación de los vecinos por la multiplicidad de hechos delictivos que sufren en sus casas, camino a sus trabajos y en los autobuses extraurbanos, pero especialmente por la impunidad con que los delincuentes coronan sus hechos en todas las partes del país, hecho que este periódico ha señalado numerosas veces.
No significa esto que necesariamente hayan sido culpables de los asaltos los dos hermanos y el policía nacional que fueron quemados vivos. Sólo explica que la acción violenta tumultuaria tiene una explicación pero jamás una justificación, porque aun cuando hayan sido culpables, la forma de castigarlos es a través de la aplicación de las leyes.
Un elemento agravante del hecho es que los asesinos impidieron que bomberos y policías intentaran salvar a los tres hombres, que quedaron carbonizados.
Se debe entonces organizar un esfuerzo de convencimiento, basado en los principios religiosos, que son comunes en cuanto al respeto de la vida humana. Las iglesias tienen en este tema una oportunidad de utilizar su capacidad de influencia y de convocatoria para expresar que quienes profesan el catolicismo o cualquiera de las demás versiones de las enseñanzas cristianas, no pueden jamás justificar hechos como estos, cuyos autores se colocan muy lejos de los principios religiosos.
El esfuerzo de las iglesias debe ser apoyado por el Gobierno, a través de una masiva campaña de publicidad que se realice sobre todo, pero no exclusivamente, en los medios audiovisuales.
Es un tema de importancia nacional, más allá de las divisiones de cualquier índole, porque al no saberse en el extranjero las razones de estos hechos, los guatemaltecos quedamos como trogloditas.
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