por José J. Camacho
Siglo XXI (16 ene 10)
Todos lamentamos y consideramos los linchamientos como un flagelo social; en el fondo como una vergüenza nacional. Pero todos podemos hacer mucho, incluidos, por supuesto, los medios de comunicación social (MCS): prensa, radio, TV.
Quizá lo primero es llamar las cosas por su nombre: la justicia tomada por propia mano se convierte, por definición, en injusticia; matar a una persona sin el debido proceso legal es asesinato, lo cometa una o centenares de personas. Quizá debería dejarse de usar la palabra linchamiento y llamarlo siempre asesinato. Por cierto que la palabra nos viene precisamente del norte: se debe al coronel norteamericano Charles Lynch, quien en 1780 organizó a civiles armados en Virginia para matar a unos (según él) conspiradores británicos.
Por eso son equivocados y dañinos algunos comentarios recientes de algunos MCS que utilizan expresiones como: los linchadores motivados por la desesperación ante tanto crimen... o una reciente encuesta de Telediario en que publicaba que a la pregunta de si la falta de acceso a la justicia en Guatemala justifica los linchamientos el 80% de los encuestados responde Sí. Puede ser verdad ese dato, pero debería aclararse a continuación (delicadamente, eso sí) que aunque el 80 de 100 de los encuestados diga eso... un linchamiento sigue siendo una muestra de barbarie.
Las consideraciones anteriores señalan, a lo más, la ocasión, lo que facilita esos hechos lamentables, pero no su causa. Sin duda deben tomarse medidas para fortalecer la Policía Nacional Civil, el Ministerio Público, el sistema judicial y penitenciario. Es decir, en definitiva, el fortalecimiento del Estado de derecho. Por eso los MCS hacen muy bien (y merecidamente) en denunciar al Organismo Judicial por no estar a la altura, o reclamar al Gobierno por no dar seguridad, o denunciar hechos de corrupción; pero no debería dar ni la sensación de que esto justifique el hecho atroz de los linchamientos. Porque la historia muestra que, cuando hay una cultura verdaderamente fuerte en valores, la gente (las sociedades) no reacciona con violencia injusta ante la violencia; al contrario, la supera. Precisamente la verdadera causa de esta violencia de los linchamientos es por empobrecimiento en valores de la sociedad; y esto debe resaltarse siempre. Aunque, además, haya que quitar las ocasiones y arreglar otras muchas cosas... y podemos.
Hay que insistir en que podemos. Porque en temas como este de los linchamientos al leer o ver algunas noticias, uno de los daños que ocasionan (quizá peor que los linchamientos) es que desaniman, matan la esperanza. Es decir, se cae en la tentación de abandonar el compromiso por hacer un mundo mejor. Es ceder a la pereza, a la comodidad de renunciar la responsabilidad. Pero además, ese abandonarse porque en este país no se puede... es falso e injusto. Y, además, estéril.
En este tema pueden ayudar las ideas de Juan Pablo II ante situaciones similares. Insistía en que los desafíos que se plantean a un Estado democrático exigen por parte de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, independientemente de la opción política de cada uno, su cooperación a la construcción del bien común de la Nación. Y concluía que lo más importante es no prescindir de la referencia a los valores éticos fundamentales inscritos en la naturaleza misma del ser humano.
Todos podemos hacer, y mucho. Si no perdemos la fuerza en sólo quejarnos.
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