25 May 2008

La cultura de hacerse justicia por mano propia

Por Gabriela Barrios
Prensa Libre

Edelberto Torres-Rivas es doctor en Sociología, dirige el programa de maestría de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y es asesor en temas de desarrollo humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

De 1998 al 2002 documentó el fenómeno de los linchamientos, y lo analizó como un efecto de la posguerra.

“Es en el interior de esos escenarios en los que no se han desmontado totalmente los mecanismos del horror en donde ocurren los linchamientos en Guatemala”, señaló en el 2002.

Seis años más tarde, el fenómeno sigue presente en la sociedad guatemalteca y cobra fuerza con prácticas cada vez más crueles y despiadadas.

Sólo la semana pasada ocurrieron tres casos de linchamiento en dos días. Uno, en Chimaltenango, en donde un supuesto ladrón fue amarrado a un camión y arrastrado por las calles. Éste murió a consecuencia de las heridas. Un día después, en Sololá, un hombre y el supuesto jefe de la banda para la que éste trabajaba fueron juzgados y sentenciados a morir quemados. El ladrón salvó la vida, a pesar de las serias quemaduras, mientras que el supuesto líder de la banda se calcinó ante la mirada de más de 500 pobladores que impidieron que los bomberos y la Policía intervinieran.

Estos dos incidentes son parte de los 20 casos que el Programa de Prevención de Linchamientos, del Organismo Judicial, ha contabilizado en lo que va del 2008.

Torres-Rivas retoma el análisis de lo que él califica como una clase magistral de maldad para las futuras generaciones.

¿Cómo analiza los hechos ocurridos la semana pasada: tres linchados en dos días?

El fenómeno que a mí más me preocupa es que la población se acostumbre a ver actos de crueldad y no se inmute, tal como ocurrió en la época de terror en Francia. Allí veían la decapitación de los nobles, que morían en la guillotina, y aplaudían. El fenómeno de la muerte vista por la colectividad es un fenómeno viejo. Las masas se entusiasman por un contagio patológico en el que deshumanizan a la víctima y después la matan.

Han transcurrido seis años desde que usted publicó un análisis sobre los linchamientos, pero el fenómeno sigue presente. ¿Qué sucede, por qué en lugar de disminuir o desaparecer pareciera cobrar fuerza?

Este año ha habido un recrudecimiento de todos los fenómenos de violencia. El número de secuestros se ha duplicado, el número de robos de automóviles aumentó, los robos a los transportes de valores habían desaparecido, y recientemente vimos uno, perpetrado con todo el profesionalismo del caso.

Esto obedece al clima que crea la llegada de un nuevo gobierno, que pareciera aflojar la legalidad. En un ambiente así, en el que todos los delitos van en aumento, los linchamientos son también parte de ello. Es un fenómeno de violencia en aumento, pero es realmente muy grave.

En los casos de linchamiento difícilmente hay capturas o se señala a responsables; se culpa a la masa, y esto a la vez fomenta la impunidad.

Los linchamientos últimos tienen un rasgo distinto de los primeros que analizamos. Por lo que he leído, en éstos aparece siempre un liderazgo, son una o dos personas las que mueven todo, mientras que en los primeros era la masa la que actuaba. Lo que más me preocupa es que 500 o mil personas aplaudan eso, y si no lo celebran, al menos lo aceptan. Eso educa de una manera perversa el sentido de humanidad. La diferencia entre un animal y los hombres no es que aprendamos a leer, es el sentido de piedad. El sentimiento de piedad es netamente humano.

Un linchamiento es una clase magistral de maldad, y es terrible, por los niños y jóvenes que presencian eso.

¿Qué papel juegan las autoridades, que se limitan a observar y esperar a que la población les permita actuar?

Este fenómeno tiene una característica, y es que es muy contagioso. Cuando las masas están excitadas, puede ocurrir cualquier cosa. Un grupo señala a un individuo como el ladrón, y en un minuto todos lo creen. Cuando eso ocurre, no hay autoridad para la que sea posible controlarlo.

Siempre se dice que los linchamientos son la consecuencia de un sistema de justicia poco efectivo, pero ¿es esa una justificación?

No creo que esa sea la causa, porque si fuera así, primero debería agotarse la vía de la justicia y probar que no existió. La mayor parte de linchamientos ocurre en pueblos indígenas. En el estudio que se hizo no concluimos en que exista una relación entre comunidades indígenas y linchamiento, ni que esto sea parte de la cultura indígena, pero ocurre en una buena cantidad de municipios indígenas. ¿Será porque no hay suficiente cantidad de policías?, ¿será porque allí no se ha hecho justicia? Tampoco hay una relación directa entre las zonas donde hubo guerra y los lugares donde ocurren los linchamientos. Yo siempre recuerdo el dato de que el primer linchamiento que hubo en Guatemala ocurrió en el Parque Central. Un lustrabotas le robó la cartera a un señor, y un grupo de estudiantes que estaba allí, lo agarraron a patadas hasta matarlo. El primer linchamiento fue ladino, urbano, y ocurrió en la ciudad de Guatemala.

Entonces, ¿a qué obedecen?

Parecieran formar parte de una cultura en formación en Guatemala, que es ejercer justicia por mano propia, algo que en muchos sectores ya se viene haciendo, personas que mandan a matar al otro. Esto ocurre en una sociedad donde no hay justicia, donde el Estado es débil.

La primera justificación del Estado es darle seguridad a los ciudadanos, y si no la da, la sociedad se la toma, y es lo que está ocurriendo aquí. Los linchamientos son un reflejo pálido de las barbaries que ocurrieron en el pasado.

¿Observa diferencias —en cuanto a las motivaciones o las formas— entre los linchamientos que ocurren actualmente y los que analizaba hace 10 años?

Ahora aparecen con un liderazgo más organizado. Existen iniciativas personales, y es allí en donde tiene que haber responsables y deben ser juzgados. En cada linchamiento hay culpables. Salvo que me equivoque y la masa sea la que lo decida, en los linchamientos que han ocurrido recientemente hay culpables directos. Siempre hay alguien que tiene listo el tambo de gasolina y quien da el fosforazo...

¿Cómo definiría el perfil de quienes son linchados?

Por lo general son hechores de robos pequeños. Cuando el delito es grande es porque se robaron una vaca o un carro. Recuerdo del caso de una señora a la que lincharon porque se había robado un pañuelo... por un pañuelo la mataron. En Guatemala se castigan los delitos menores: un pañuelo, cinco pantalones, una bolsa de pan… ¿y los grandes delitos?, ¿y los grandes robos?

¿Qué queda por hacer, qué instituciones deben tomar la responsabilidad de trabajar para que algún día los linchamientos desaparezcan?

El Estado debe retomar una campaña de educación muy grande en el interior del país, pero hay dos instituciones que tienen en este momento la mayor eficacia, que son las iglesias Católica y la Evangélica.

Será clave dar a conocer en el interior del país que los linchamientos están siendo castigados, que el Organismo Judicial es la institución encargada de castigar ese delito.

Cifras del 2008

20
linchamientos han ocurrido del 1 de enero al 23 de mayo del 2008.

43
personas han sido víctimas de este flagelo; de ellas, 37 eran hombres, y 6 mujeres.

10
son los departamentos en los que este fenómeno ha ocurrido. De éstos, Quiché concentra el mayor número de casos, con 4.

Un problema que se repite

Cifras del Programa de Prevención de Linchamientos:

• 2004: 78 casos; 127 víctimas, con un saldo de 114 lesionados y 13 muertos (todos hombres).

• 2005: 61 casos; 126 víctimas, con saldo de 105 heridos y 21 muertos (una mujer y 20 hombres).

• 2006: 33 casos; 67 víctimas, con saldo de 54 lesionados y 13 muertos (una mujer y 12 hombres.

• 2007: 43 casos; 80 víctimas, con saldo de 66 lesionados y 14 muertos (una mujer y 13 hombres).

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