por Carlos A. Mendoza
Una de las formas en que el conflicto armado interno afectó a las comunidades indígenas fue erosionando sus tradicionalmente altos niveles de capital social (relaciones de confianza o tejido social). Según la MINUGUA, el deterioro del capital social llegó a tales niveles que podría explicarse con ello el fenómeno de los linchamientos en Guatemala, pues las enemistades creadas a consecuencia de la guerra (y la desconfianza entre vecinos) han imposibilitado el uso de los mecanismos tradicionales para la resolución de sus conflictos.
Por mi parte, he mostrado evidencia de linchamientos con anterioridad al conflicto armado, para indicar que, si ha habido algún aprendizaje de las comunidades sobre este método de control social (vía el terror comunitario) hay que buscarlo más atrás, en el pasado colonial. Sobre el argumento de un capital social erosionado, he dicho que no se pude negar tal deterioro, pero que aun así los niveles de capital social en las comunidades indígenas me parecen más altos que en el resto del país. Esto es lo que facilita a dichas comunidades la solución del conocido problema de la acción colectiva. Se organizan con mayor facilidad que las comunidades ladinas para proveer los bienes públicos que el Estado no les provee. Esto puede explicarse, según yo, por las fuertes identidades étnicas o territoriales que no fueron borradas por la guerra y que, efectivamente, facilitan la movilización colectiva a la hora de amenazas externas.
Incluso, en algunos casos de comunidades directamente afectadas por la guerra, se puede observar que la sobrevivencia misma dependía de esa capacidad de contribución al bienestar colectivo. Las dificultades de la guerra, el refugio, la persecución y el control militar del Estado, más bien parecen haber fortalecido sus lazos de solidaridad al interior de las mismas. Seguramente, la desconfianza hacia quienes no eran miembros de la comunidad sí aumentó. De hecho, la mayoría de linchamientos son contra individuos ajenos a la comunidad.
Sin embargo, el objetivo de esta reflexión no es repetir lo que ya se ha dicho, sino revisar nueva evidencia que parece sustentar mi argumento sobre relativamente altos niveles de capital social, a pesar del conflicto bélico (1960-96). Recientemente, se publicó el Índice de la Prosperidad 2009 (Legatum) cuyo ranking ubica a Guatemala en el segundo puesto de Centroamérica, sólo detrás de Costa Rica, en cuanto a capital social. Si la vemos en relación a un total de 18 países latinoamericanos, Guatemala sigue entre los mejor calificados, ocupando el cuarto puesto, detrás de Rep. Dominicana, México y Costa Rica. A nivel mundial, Guatemala ocupa el puesto 49 de un total de 104 países. Es decir que se ubica hacia la mitad de la tabla, dentro de un rango considerado como promedio internacional. Llama mucho la atención este indicador entre todos los usados por el estudio pues es, junto con el indicador de libertad personal, donde el país puntea aceptablemente (en el promedio), mientras que en los demás indicadores estamos entre los peores del mundo.
Para medir el capital social, entendido como confianza en las relaciones y comunidades consolidadas, se tomaron los datos de la Encuesta Mundial de Gallup. Las conclusiones, tanto para Guatemala como para Costa Rica, fueron las siguientes:
La sociedad guatemalteca se beneficia de altos niveles de donación y voluntariado social. Más de 8 de cada 10 encuestados indicó que pueden confiar en sus familias y amigos en tiempos de necesidad, ubicándose el país en la media internacional. En Guatemala, casi la mitad de los encuestados dijo que han donado para obras de caridad en el último mes, y un cuarto han hecho trabajo voluntario, ubicándose el país en el puesto 27 en el ranking internacional. Casi la mitad dijo haber ayudado a un extraño en el último mes, y la mayoría de la población considera la religión como algo importante en su vida diaria. La encuesta no contenía información sobre participación en grupos, la importancia de los amigos, ni sobre niveles generales de confianza.
En Costa Rica se encontraron razonablemente altos niveles de capital social (puesto 47 de 104), evidenciados por sus niveles de donaciones y de ayuda a extraños. Los costarricenses demuestran fuerte sentido de responsabilidad social hacia sus comunidades. El voluntariado muestra un nivel de 21 por ciento, y las donaciones llegan al 40 por ciento. Por lo que Guatemala estaría mejor ubicada en dichos indicadores (25 por ciento y 50 por ciento, respectivamente). Adicionalmente, Costa Rica muestra un impresionante nivel de ayuda a los extraños (60 por ciento, por arriba del 50 por ciento de los guatemaltecos), lo cual ubica al país entre los primeros 20 puestos del ranking en este indicador. Nueve de cada diez encuestados cree que pude confiar en sus familiares y amigos, por lo que está levemente arriba de Guatemala en este sentido, y dentro de la cuarta parte superior de la tabla, demostrando altos niveles de confianza. Costa Rica es de los países más religiosos del mundo, en el puesto 39 de 104. Tampoco había datos disponibles sobre pertenencia a grupos y confianza hacia otros (que no sean amigos o familiares).
1 comment:
Mi primera crítica a la hipótesis de MINUGUA está en el último párrafo de la p. 11 aquí:
http://www.nd.edu/~cmendoz1/linchamientos.pdf
La influencia del conflicto armado la discuto con cierta evidencia empírica a partir de p. 14 aquí:
http://www.nd.edu/~cmendoz1/libroverelectronica.doc
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