Editorial La Hora (11 dic 08)
Llegan desde Huehuetenango noticias alarmantes de una especie de estallido popular generado por el cansancio de los pobladores ante la sucesión interminable de hechos de violencia. Cientos de habitantes se han lanzado a las calles para localizar a delincuentes y tras haber hecho confesar a cuatro de ellos, quienes proporcionaron nombres y ubicación de sus cómplices, los lincharon y se dividieron en grupos para ir a los distintos cantones, caseríos y aldeas en busca de los que fueron señalados como criminales para proceder a su linchamiento.
Hay diversas formas de reacción de la gente frente al problema de la violencia, pero en casos extremos, cuando se repiten hasta el cansancio actos delictivos que no pueden ser controlados por la autoridad, puede surgir un movimiento generalizado de violencia en contra de los que son o parecen delincuentes y de esa cuenta caemos en un profundo estado de anarquía en el que nadie puede sentirse seguro porque cualquier rencilla que uno tenga con un vecino puede dar pábulo a señalamientos que terminen en un linchamiento sin derecho a defensa.
Es lógico que nos preguntemos si acaso no será necesario que se produzcan esos estallidos populares para ponerle fin a la impunidad absoluta que impera en el país. Por supuesto que es la prostitución final de la sociedad que recurre a actos de verdadero salvajismo para castigar a los delincuentes y se corren enormes riesgos de que los linchados no sean los verdaderos criminales, puesto que no hay ningún mecanismo de control que permita la legítima defensa de los imputados. Ante la turba no hay forma de defenderse ni de aclarar la situación de una persona porque una de las características del tumulto es que se pierde la capacidad de raciocinio.
Pero con todo y los serios problemas que representa ese desborde causado por el hartazgo de la población, es necesario señalar que el mismo es producto de la incapacidad de las autoridades para mantener el control de la situación en el país. Si no hay forma de contener el crimen y tampoco hay forma de sancionar a los delincuentes porque no existe capacidad de investigación en las estructuras del Estado, se empuja a la gente a tomar la justicia por propia mano con los riesgos y males que ello significa.
Por ello es que lo que está sucediendo el día de hoy en Huehuetenango tiene que ser objeto de una profunda reflexión en las esferas de Gobierno porque ese desborde popular está hoy dirigido contra los delincuentes, pero puede crecer y dirigirse también contra las autoridades que no tienen la capacidad para cumplir son su responsabilidad. Este estallido de hartazgo no puede ser visto a la ligera por nadie.
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