Carlos A. Mendoza
En el libro de Gustavo Porras (2009), titulado "Las Huellas de Guatemala," también se menciona otro caso de linchamiento político, en sentido literal y no puramente metafórico.
Porras cuenta (p. 211) que en 1960 empezaron las "luchas masivas" por medio de huelgas de burócratas y estudiantes. También explica que con la aparición de la televisión, la represión del Estado contra los manifestantes fue observada por cientos de televidentes: "Por eso a todos nos conmocionaron las escenas de los garrotazos, de los balazos, de los gases lacrimógenos y -con un alto impacto- el linchamiento de un judicial descubierto por la multitud en el cementerio, durante el sepelio de varias de las víctimas estudiantiles."
Esto ocurrió al inicio del lamentable período llamado "conflicto armado interno" (1960-96). Fue un linchamiento popular, seguramente espontáneo, fruto del dolor y del deseo de venganza. Facilitado por la identidad común de los estudiantes, que sintieron e interpretaron la agresión contra sus compañeros como una contra todo el grupo y cada uno de ellos.
Es decir, que no hubo una "pedagogía del terror" previa, según la cual los linchamientos fueron aprendidos al observarse los ajusticiamientos que hacían ambos bandos contra sus enemigos, o contra los colaboradores del adversario. Si hubo tal aprendizaje habría que buscarlo con anterioridad al conflicto pues, como se mencionó en el POST pasado, hay casos registrados a principios del siglo XX y en la primera mitad del siglo XIX, en contextos de revancha política.
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