05 July 2009

Los linchamientos persisten en San Juan

Un año y medio hace que surgieron los grupos organizados en las comunidades de San Juan Sacatepéquez. Se trata de hombres con el rostro cubierto que reaccionan ante el llamado de alerta a través de gorgoritos o gritos de auxilio.

Este, según cuentan los miembros de estos grupos, es el método que les ha funcionado para frenar a la delincuencia en el municipio. El miércoles fue linchado Samuel Cotzajay Cubulé de 52 años, quien era acusado de violar a su hija de 9 años.

Los gritos de un hermano de la víctima alertaron a más de 200 vecinos del caserío Los Cux, en la aldea Sacsuy, quienes lo persiguieron y capturaron.

Luego de golpearlo hasta el cansancio, de entre la multitud se oyó un disparo que inmovilizó el cuerpo. De inmediato fue rociado con gasolina y prendido en llamas.

La Policía del municipio fue alertada de inmediato, pero se presentaron horas más tarde acompañando al Ministerio Público que recogió el cadáver. La justificación es la distancia hasta la aldea y que el control por las noches es tomado por la misma comunidad.

Este sector es conocido por las reacciones de este tipo. En septiembre de 2007 fue linchado un pandillero frente a la iglesia de la aldea vecina, Cerro Alto. Luego de que otros tres jóvenes corrieran la misma suerte, los antisociales decidieron entregar sus armas y dijeron públicamente que se retirarían de las acciones delictivas.

Los grupos patrullan por las noches desde las 20:00 horas hasta la madrugada. La participación, cuenta Javier, el único varón de su familia, es obligatoria y el día en que falte a su turno, debe pagar una cantidad para que una persona lo releve.

Cuando la Policía o los bomberos se enteran de un linchamiento, esperan a que el acto sea consumado para entrar a recoger lo que deje la enardecida turba. “En esos casos lo que hacemos es esperar, si intentamos rescatar a la víctima, nos arriesgamos a correr su misma suerte”, refiere el socorrista, Juan Pablo Vargas.

Un policía que pide no mencionar su nombre dice que “hasta nosotros hemos resultado agredidos y nuestras unidades destruidas cuando intentamos rescatar a un hombre que va a ser linchado”.

Reina la desconfianza

Internarse en las reducidas calles de tierra del caserío Los Cux provoca que los lugareños se escondan o dirijan desconfiadas miradas y no accedan a hablar del asunto. Al ver un vehículo extraño, el clima se torna tenso y fluyen los murmullos en kaqchikel al otro lado de los cercos de cañas y casas de bajareque.

Una mujer con un niño a cuestas trabaja en el patio de su casa haciendo tubo para la fabricación de cohetillos y sin levantar la cara dice que no sabe nada del linchamiento.

Fuente: elPeriodico (05 jul 09)

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